jueves, 25 de octubre de 2012

Romance de Juan de América


Juan: hierba, barro y asfalto,
negro, indio y blanco del pasado y del presente,
¿de quién son sino tuyas son los océanos de trigo,
azúcar y café, y esas montañas de cobre,
y estaño, y esos lagos de petróleo,
que llevan tus hombros de roble
bajo la lluvia, frío y calor?
¡Tan rica es tu tierra y tan pobre eres tú,
Juan de América con cara sin pan!
Te cocinan diariamente el cansancio y la amargura
que comes con los tuyos bajo el frío y el calor,
mientras los poderosos
van a París y a Las Vegas a jugar.

¡Músculo supérstite del galeote colonial
con destino trabajar y nada más!
En las lides del moderno medioevo,
¿cuántos golpes de culatas partieron tu boca
para que besaras tu sangre del suelo
y no pidieras  trabajo y libertad?
En la vieja tiranía del gobierno indiferente,
por vivar al prohibido Líder  de tu gente,
fuiste viento, fuiste sombra, fuiste Cristo lacerado,
y fuiste a muerte condenado por traidor
(traidor a los traidores, no a tu gente, claro está).
Y en vísperas del terrible día
tus hermanos con cara sin pan,
regando de sangre y vida la prisión,
te arrancaron de la muerte.
Te esperaba el abrazo emocionado de tu  Líder
y dijo el pueblo feliz:
¡El Líder ama a su gente!
Los diarios te nombraron sin nombrarte,
pero el pueblo te llamó por tu nombre:
¡Juan de América!
Y cuando el Líder  subió al trono,
¡se acabó la vieja tiranía, aleluya! Pero...
¡llegó la nueva tiranía y el pueblo abajo otra vez!
¡Oh, amnesia de las cobartes ratas
que jamás le pusieron al gato el cascabel,
porque mandan a sicarios que lo hagan.
Sólo querías trabajo y libertad para tu pueblo
y por eso te dijeron otra vez traidor
(y prohibieron la foto del abrazo, claro está).
¿Y tú quieres saber, hermano Juan,
cuando tú y tu gente desangraban savia y vida
en las calles de las lides
o cuando eras vegetal de hediondos calabozos,
dónde estaban,  de qué lado combatían
el Líder y los eternas panzas llenas
(camaleones de palabras y talento adulatorio)
que ahora te inventan traidor?
¡Misterios de la política, Juan hermano,
que jamás comprenderás!
Y fuiste viento y sombra nuevamente,
fuiste Cristo lacerado.
Los diarios te nombraron sin nombrarte,
pero el pueblo te llamó por tu nombre:
¡Juan de América!
Y un día cualquiera de luminoso sol,
 en tu pecho una lluvia de balas paralelas
(pesadilla sempiterna de tu hijo y tu mujer),
te segó, flor de roble
con aromas de sudor, tabaco y vino.
Y aunque los diarios te nombraron sin nombrarte
y no cupiste en la historia encuadernada
(que abortaron los escribas panzas llenas),
el pueblo que te llama por tu nombre,
te hizo inmortal: ¡Juan de América!
Tan rica es tu tierra y tan pobre eres tú,
Juan de América con cara sin pan.
Tan rica es mi tierra y tan pobre soy yo,
Juan de América, también lo soy yo.

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